miércoles, 28 de noviembre de 2007

ENSAYO PARA LA MAESTRIA DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS DE LA UNAM.

Exponga y argumente algunas tesis básicas del pensamiento 
latinoamericano sobre el estado, la sociedad civil y la nación.

 

Con enfoques distintos debido a los años de publicación, la ideología personal y la elección metodológica, los autores de los textos indicados intentan hacer un análisis de la historia y de los procesos sociales del continente latinoamericano desde el proceso de descolonización hasta los eventos más contemporáneos.

Los textos se enfocan principalmente sobre la peculiaridad de la formación del estado moderno en Latino América y de las relaciones entre estos y los actores que han participado en su creación, las formas en que se establecieron las relaciones de poder y los proyectos políticos llevados a cabo en los distintos países en el curso de la época moderna.

Todos los autores no esconden una critica al carácter excluyente en la formación del Estado nacional, así como en la escasa participación de la población en los proyectos políticos de los gobiernos nacionales. Parte integrante de las análisis es el concepto permanente de crisis.

Tomando como referencia la recién rebelión zapatista de Chiapas, Villoro se pregunta si no estamos viviendo el fin de la época moderna. El autor intuye atrás de la rebelión los síntomas de la crisis del Estado nacional y de su proyecto hacia el futuro que implican también la crisis de la idea de modernidad y de sus valores de progreso y desarrollo social (Villoro, 1998).

En la análisis de la formación del Estado nacional en América Latina, se identifica la afirmación de una cultura hegemónica expresada por un grupo que se siente desligado de todos los vínculos comunitarios y confía en su proyecto político de modernización mediante la homogeneización de la sociedad. Por esta parte, que corresponde al grupo criollo y mestizo (clase media letrada), surge el nacionalismo ligado a la idea de una nueva sociedad y a las reivindicaciones de los cargos importantes que habían ocupado los europeos.

En ese contexto, la formación de Estado nacional cruzó tres etapas en las relaciones con la madre patria: estatuto de nación súbdita del rey de España pero con igualdad de derechos; estatuto nación soberana con intención democrática y revolucionaria; instauración del Estado moderno, burgués y federal – en cuanto ligado todavía a interés político locales.

En la instauración del modelo liberal fundado en el dominio sobre una sociedad de individuos en contraste con la concepción indígena de comunidad y el ideal zapatista de colaboración, Villoro identifica el germen de la crisis que ha llevado a la división de México en una parte “occidentalizada” separada da la parte “profunda” al margen del proyecto modernizador neoliberal.

En su ensayo La Nación problemas teóricos e históricos (contenido en el texto de Lechner: Estado y política en América Latina, 1981), Torres Rivas plantea su cuestión sobre el origen del Estado: ¿De qué nación se trata?

Retomando las teorías de Hobsbawm, el autor concluye que el proceso de constitución del Estado nación en Europa occidental formó parte de la expansión y dominación capitalista y que la burguesía adquirió una forma nacional para dar históricamente a sus intereses una forma general de Estado necesariamente como una realidad burguesa.

El análisis del proceso de descolonización en América Latina se enfoca en la falta de una burguesía “nacional” identificada en la fuerza social que tenía que afirmarse como clase integradora de elementos comunes (idioma, religión y tradición). El problema “consiste en el saber si el hecho político de la independencia y la existencia del capitalismo en Latinoamérica se realizó a través de nuevas formas políticas cuyos contenidos de clase no siempre correspondieron a los proyectos nacionales” (Torres Rivas, 1981).

Al fragmentarse el poder colonial, se permitió la organización del Estado nacional con una débil realidad económico social. Según Torres Rivas, las revoluciones por la independencia fueron contradictoriamente la crisis del imperio y la defensa de los privilegios: el fenómeno nacional fue desempeñado por la oligarquía (protoburguesa) que pensó la independencia como posibilidad de dominio exclusivo y la legislación colonial no favoreció la formación de una integración nacional dividiendo la población en grupos definidos por color y clase. El tentativo de centralización de la administración encontró un obstáculo en la extensión del territorio superior a la capacidad de poder del Estado, de esta manera la identidad nacional se quedó en función directa de los intereses materiales locales: comercio, tierra y influencia política. Los problemas en la construcción de un Estado nacional burgués se reflectaron en la reforma agraria no resuelta, la escasa integración geográfica y social, la adopción de una cultura por imitación y sobretodo en la penetración del capital extranjero en el corazón del sistema económico. Este es el punto central en la análisis del autor: “La realización nacional de la sociedad, sometida al dominio del capital imperialista, no contó con posibilidad para el pleno desarrollo de una burguesía nacional”. El “déficit histórico” de las naciones latinoamericanas fue la no existencia de un proyecto nacional debido a la falta de autonomía política e integración popular, porque eso es lo que ocasionó el control y la penetración del capital imperialista en estos países y, en el marco de la economía global, condenó la sociedad latinoamericana como una sociedad dependiente.

De mismas conclusiones, pero con otra perspectiva, es el ensayo de Zarmeño: Las fractura del Estado en América Latina. “¿Porqué en las sociedades que han desarrollado tardíamente el capitalismo (países de América Latina) no encontramos una correspondencia entre lo económico y lo sociológico? “ (Zarmeño, 1981). El autor plantea la conexión entre capitalismo tardío y “débil herencia democrático burguesa”. El caso mexicano se presenta como una serie de etapas donde la sociedad civil está constantemente amenazada por el poder y en situación de defensa: en el periodo de la independencia, la Sociedad civil es amenazada por un Estado despótico con herencia guerrera, in una situación geografía heterogénea, además la clase dominante se encuentra parcelizadas y debilitada por las compañías extranjeras; con la constitución del 1917, la Reforma agraria desmantela la oligarquía terrateniente; y durante la Revolución el surgimiento de los militares destruye el inicio de sociedad civil creada en el Porfiriado; en final durante el Cardenismo, el Poder estatal hizo tabula rasa de las organizaciones sociales (oligarquía o burguesía) en nombre de “una lucha democrática nacional-popular” (Zarmeño, 1981). Desde el punto de vista social, la explosión demográfica, acompañada de un acelerado desarrollo industrial y de un sector consumista que no logró ampliarse, llevó a una realidad desarticulada en las sociedades que dejaron de ser agrarias sin poder ser urbanas y modernas. Concluye el autor que en las sociedad tardío-desarticuladas por falta de un agente nacional en la sociedad civil (la burguesía), la voluntad estatal es la única capaz para imprimir coherencia a impulsos socio políticos contradictorios, crear un orden y un consenso. Es decir, en un discurso relacionado con la globalización, que en el capitalismo tardío, la esfera estatal es (o tiene que ser) la única capaz de afrontar la difracción economía-sociedades de la división internacional de la producción y administrar la desarticulación a través de la gestión mercado y producción.

El texto termina con un ensayo del mismo compilador, que en el epilogo ofrece una esquematización cronológica de los estudios y las líneas de investigación sobre el Estado en América Latina hasta los años ochenta.

En los años sesenta había una fuerte identificación del Estado con el sistema político, y en posición del eje central de la participación democrática.

En los años setenta, el pensamiento de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y Caribe) responsabiliza al Estado como agente del desarrollo económico. La critica a las estructura internacionales de dependencia, privilegia el análisis del “intervencionismo estatal”, este se transforma en actor de la estructura de clase llamado a remplazar el papel de la burguesía nacional.

Ya a la mitad del los setenta, la aparición de las dictaduras y de los regimenes militares, refuerza la interpretación del Estado como dominación de clase, involucrado en los cambios en las relaciones internacionales.

Lechner propone también una reseña de las estrategias políticas adoptadas en tiempos y lugares distintos en todo el continente, que propongo sintetizadas:

El Populismo surge del “Estado de compromiso” entre los grupos sociales, sus participación política y economía capitalista. La “masas populares” se reconocen en el caudillo más que en el Estado, y en el tienen sus expectativas sociales. La constitución de la “masa” como sujeto social queda trunca porqué su autonomía es delimitada por el compromiso con el poder mismo.

El Desarrollismo es una estrategia ofensiva de modernización y de progreso basada en el desarrollo económico y la democracia política. La democratización aparece como estrategia para el capitalismo como integración nacional (ciudadanía) y integración social (consumo). E esta óptica, la reforma de la sociedad se apoya en la reforma del Estado como árbitro de la competencia política y de los conflictos sociales.

Las estrategias revolucionarias proponen una resolución de las contradicciones del Estado a través de una revolución social y el poder popular. En esta estrategia se distinguen el modelo cubano de soberanía popular e independencia nacional y la vía chilena al socialismo con los gobiernos de unidad popular y su vinculación entre tradición liberal-democrática y leninista.

La estrategia autoritaria que se impuso en los países del Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Brasil) se insertó en el nuevo orden internacional y fue favorecida por esto. Se implementa en un sistema económico de crecimiento por explotación, apoyado en una asociación entre capital nacional y transnacional.

Las distintas tesis referidas en las obras precedentes, se encuentran expuestas en el texto de Teresa Castro y Lucio Oliver. Poder y política en América Latina, con una mirada contemporánea y multidisciplinaría su las cuestiones del Estado y de la Sociedad civil.

En el primero ensayo (Revisitando el Estado, Castro y Oliver, 2005) se analiza la critica neoliberal al Estado nacional desarrollista en Latinoamérica entre el 1920 y el 1970. Según los neoliberales - representados por el Fundo Monetario, el Banco mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo – el Estado se convierte en un obstáculo para el crecimiento económico cuando impide la competitividad mundial, la liberalización y la privatización. De hecho, las políticas inhibidoras de la libre impresa y su funciones regulatorias, intervencionista y proteccionista llevan a una hipertrofia del Estado, con el resultado de un creciente paternalismo y clientelismo. La tesis neoliberistas insiste en su critica sobre el Estado desarrollista culpable de un gasto publico discrecional y populista, apoyo industrial ineficiente, de la dependencia de una deuda externa, del aplicación proteccionismo industrial y comercial, del mantenimiento de redes de clientelismo, burocracia y corrupción contraria a la democracia liberal. A este panorama catastrófico, los neoliberales oponen un nuevo papel del Estado con función de seguridad al capital privado y programas compensatorios de políticas sociales.

En el ensayo, los autores ofrecen también un análisis más amplío de la formación del capitalismo dependiente de América Latina definiendo algunas etapas que en parte coinciden con las de Torres Rivas.

En el siglo XX, la formación de los Estados nacionales está en manos de las oligarquías y la economía tiene un carácter neocolonial basado en las exportaciones de materias primas y productos agrícolas. La inserción de América Latina al mercado mundial capitalista crea una aceleración en las relaciones de producción y una desorganización de las corrientes comerciales tradicionales que debilitan el sistema exportador, emerge el sector industrial que transforma los equilibrios sociales llamando a la ciudad masas de campesinos que ofrecen trabajo no calificado y generando un fenómeno de desarticulación de la sociedad ya citado por Zarmeño; estos factores y las contingente crisis de la dominación oligárquica brindaron una oportunidad histórica para el desarrollo del capital nacional que sin embargo no encontró una clase capitalista madura (burguesía) con un proyecto nacional modernizante.

En los años ‘35/’38 -que en México corresponden al periodo de gobierno de Lázaro Cárdenas- alguno países de industrialización más avanzada aplican proyectos de capitalismo nacional signados por un proceso de sustitución de las exportaciones (ISI), mientras que otras áreas de América Latina (Perú, Guatemala, El Salvador) los movimientos populares fueron derrotados y siguió el Estado oligárquico y anti-industrializador.

En final de los años ‘30, en algunos países el Estado es ya bastante fuerte para impulsar programas de progreso social y desarrollo basados en el capitalismo nacional, la industrialización y la urbanización y en general en la modernización de las estructuras.

El Estado nacional desarrollista se presentó en forma populista y actuó a través de la incorporación vertical y autoritaria de las masas a la política. En parte funcionó como sistema de transición por integrar las clases populares al Estado, ya minado por la crisis estructural del capitalismo de los años 20 y de la oligarquía exportadora comprometida con el capital extranjero.

En los años ochenta hubo una acentuación en los ingresos de “capitales imperialistas” en actividades estratégicas para la sobrevivencia del Estado. A través de las organizaciones financieras transnacionales y con la complicidad de la grande burguesía o oligarquía latinoamericana la globalización neoliberal Estadounidense se preparaba a conquistar la hegemonía en el continente, mientras el poder público acentuaba su carácter excluyente y represor con respecto a los sectores nacientes modernos (Castro y Oliver, 2005).

El tema de la hegemonía estadounidense es retomado en el ensayo: Las transformaciones del Estado, su impacto en la Sociedad civil y el problema de la mediación (Castro, 2005). Con una atención particular por los avenimientos contemporáneos, la autora indica el peligro constante de golpe de estado y procesos de destabilización orquestados por Estados Unidos en la región y un regreso a soluciones militaristas. Además, se denuncia una tendencia a resolver los conflicto por la vía parainstitucional sobrepasando los niveles políticos y la relación entre Estado y Sociedad. Según el informe de la CEPAL (XI cumbre 2001), el continente latinoamericano es considerado por su distribución de ingreso, como la zona más injusta del planeta con una taza de pobreza del 44%. En el contexto de la transición democrática y modelo neoliberal: “se insiste en el excluir el aspecto social de la discusión [...] a pesar que los niveles de pobreza atroz, marginalidad y de exclusión tan graves, influyen necesariamente en la calidad del voto, cuanto esto se ejerce”, en otras palabras ¿ Se dan la condiciones para la discusión y las expresiones de opinión en sociedades que en su mayoría están sumidas en situaciones de extrema pobreza? Concluye la autora : “ La democracia implica consenso y expectativas que el neoliberismo no ha logrado colmar”. En esta que parece una critica radical del sistema, se hace espacio la conciencia realista que advierte: “hay que aceptar, a pesar de las criticas que se puedan hacer a la democracia formal que brinda recursos institucionales para la mejor expresión y defensa de los distintos intereses y para la resolución de los conflictos y antagonismos sin salidas militares o autoritarias”.

La crisis actual del modelo de Estado conlleva una perdida de su legitimidad: las privatizaciones dejan la sensación de un “Estado desertor” que va abandonando sus responsabilidades sociales. El Estado es “deglutido” por el mercado, imagen que bien exprime la idea de colonización de la política por parte de mecanismos económicos que por sus naturalezas no son democráticos.

En este contexto es apropiada la notación de O’Donnell: “Cuando el Estado se privatiza se convierte en un agente de baja autonomía respectos de ciertos intereses [...] en Estado privatizado no puede más que instrumentar políticas paternalistas y verticalistas” (O’Donnell, 1998).

Uno de los resultados de la hegemonía de EE. UU. es la dolarización otorgada (o impuesta) a los pequeños países de Centro América en cambio de la apertura de los mercados y de bases militares. En un discurso general, las sociedades latinoamericanas han sido sometidas a un proceso de transformaciones culturales que se ha traducido en la imposición de un modelo concentrador, excluyente y fragmentador. La victoria ideológica del proyecto neoliberal tuvo como consecuencia la “satanización” del Estado social y la mercantilización de los derechos de los trabajadores.

Para serrar el cuadro ideológico, en los estrategas neoliberales empieza a prevaler la idea que el peor riesgo para la democracia es su ampliación, es decir, un exceso de demandas significaría en déficit en la gobernabilidad, por lo que la conducción debe estar en manos de los grupos entrenados en el poder – siempre más tecnócratas y menos democráticos.

Bagú afirma algunos principios generales de las ciencias sociales que a pesar de la primera publicación del libro (1975) todavía son bien validos. En particular su idea de realidad social descripta como individuos y fenómenos que pertenecen a conjuntos ligados en cadenas de casualidad bajo la influencia de agentes endógenos y exógenos. En el ejemplo, el autor propone un campo de interpretación de las relaciones entre Estados nacionales bastante frecuente:

Un Estado latinoamericano toma una decisión de política económica nacional -la privatización de un sector industrial o productivo, ...-. Por vía diplomática o coercitiva, Estados Unidos ejerce presiones sobre el Estado latinoamericano que por esto decide no actuar su decisión. ¿Qué es endógeno y exógeno? –pregunta Bagú - La decisión del Estado latinoamericano ha sido tomada dentro un conjunto (macroestructura nacional) y los factores dentro el son agentes endógenos. Pero ese Estado se mueve dentro un conjunto (zona de influencia estadounidense) cuyos factores son también endógenos. Entonces la presión de EE. UU. es un factor exógeno respecto al primer conjunto y endógeno respecto al segundo.

La cuestión puesta en termino de política internacional es: ¿Puede la potencia EE. UU. actuar como agente exógeno decisivo sobre un problema nacional de un país menor sin activar agentes endónenos de la mayor importancia? ¿Puedes EE. UU. determinar el curso en un pequeño país, o sólo le es posible conjugar su acción con la de factores internos, sin cuya presencia su intervención no tendría éxito? Concluye el autor: De lo malo que le ocurre a un país latinoamericano no toda la culpa la tiene EE. UU. : una parte la crea el propio país. (Bagú, 1975)

Voy concluyendo el ensayo con una nota sobre el texto: La disputa por la construcción democrática en  América Latina (Dagnino Evelina et. Al, 2006) que ya revisé en el comentario en situ y que he ampliamente utilizado en la realización del proyecto de mi investigación.

La novedosa visión de los autores propone una explicación de las interacciones entre Estado y Sociedad civil en un plan de heterogeneidad de actores que pueden actuar en distintas dimensiones, sobrepasando las categorías gnoseológicas. De hecho, el Estado no es un organismo coherente y impermeable y tampoco la Sociedad civil se mueve unidireccionalmente hacia el progreso y los derechos civiles. Estas fracturas permiten la comunicación vertical y horizontal de los diferentes sectores, y desde esta comunicación salen conflictos y se generan consensos que pasan de plano a través de la mediación política. La formula final a la base de la consolidación de la Democracia es: “fuerte correspondencia entre proyecto democrático en la Sociedad civil y proyecto político en la Sociedad política”. (Dagnino, 2006)